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vilapaula

Envases vacios

Crece el número de jóvenes que se preocupan por su apariencia física y que padecen de enfermedades relacionadas con la alimentación. En los últimos años, la tendencia a "verse bien" ha encontrado más adeptos entre los jóvenes de 14 a 18 años. La flacura extrema, como ideal de belleza, sumado a la necesidad de sentirse aceptados y queridos, ha acaparado a la generación de los más chicos. Durante el periodo de adolescencia, los jóvenes comienzan a desarrollar vínculos más cercanos, y a enfrentarse con un abanico de emociones. Surgen el despertar sexual y la pasión de los primeros amores. Y en ese "descubrirse a si mismos", es donde algunos se disgustan de lo que ven. No gustan de si mismos ni confían en ellos, cayendo en una seguidilla de comportamientos que creen necesarios para ser aceptados. Por un lado, el alcohol y las drogas, los ayudan a desenvolverse y a olvidarse de todo aquello que los inhibe. El consumo de ambos se ha incrementado en forma alarmante, en los últimos años, debido a esta necesidad de enfrentarse con la realidad sin temor alguno. Asimismo, la apariencia física es clave para este grupo social. Ser flaco, parece ser la clave del éxito. Y no lo dicen ellos solamente. Son los medios y la sociedad quienes fomentan este ideal. Las dietas para perder peso en poco tiempo esta a la orden del día en cualquier revista femenina del mercado. Del mismo modo, la televisión es una vidriera permanente de cuerpos desnudos y banalidades, que aluden solo al costado superficial de la vida.Actualmente, los valores y la espiritualidad se encuentran en decadencia. Las personas, son vistas como envases de un contenido que parece no tener importancia. Son pocos los que se animan a vivir la vida sin prejuicios, a decir lo que piensan y ser uno mismo. Desafortunadamente, pareciera que es mejor pasar por la vida desapercibida y seguir lo que la corriente y las modas nos imponen. Las individualidades se han colectivizado, y se ha puesto en riesgo la verdadera esencia de los hombres y mujeres del futuro.   

1 comentario

Manuel Urtzberea -

Es imposible negar que el mundo de lo superficial haya abordado a nuestra sociedad con muchas expectativas de quedarse. Tampoco se puede negar que esta nueva cultura que prepondera lo efímero en la belleza, quizá hasta absurda, en la que la búsqueda de una felicidad ilusoria conlleva daños físicos e incluso trastornos emocionales, es propia de un occidente capitalista y envuelto en un consumismo masivo que encierra tras su manto de banalidades la concepción de progreso.
Podríamos culpar a los jóvenes por dejarse arrastras en ese círculo de vicios inútiles cargado de culpas. O podríamos elevar nuestras acusaciones a la sociedad completa que se sumerge en el universo donde la oferta y la demanda es lo único que importa. Pero también podemos apartarnos de esos argumentos cargados de subjetividad, donde cada crítica está inmersa en esa naturaleza de beneficios personales sin desligarse de la lógica que la compone. Entonces, tal vez veamos que esa es nuestra realidad, buena o mala, linda o fea, y sólo forma parte de lo que cada uno quiera ver, porque en definitiva somos lo que creemos. Y si es aquella perdida espiritualidad la encargada de devolvernos lo que verdaderamente es importante, entonces alguna vez la encontraremos. Mientras tanto debemos aceptar este mundo que nosotros mismos dejamos que se construya, sin olvidar que la lucha contra hegemónica es posible, a medias, pero posible al fin.